Quizás
hayáis notado (como nos ha ocurrido a dos de nosotras) que a veces los
testículos de vuestro hijo “desaparecen” de la bolsa escrotal o que él mismo se
manipula y “juega” a esconderse los testículos “ahora están, ahora no están”.
Se trata de los denominados testículos en ascensor.
Éstos permanecen en el escroto pero bien espontáneamente o con maniobras manuales, ascienden fácilmente al conducto inguinal, donde pueden permanecen durante un tiempo. Suelen descender sobretodo cuando aumenta la temperatura, como en baños con agua templada o con fiebre, o en situaciones en que el niño está relajado. Es en estas situaciones donde podemos palparlos con más facilidad. Por el contrario, el frío o el nerviosismo, puede hacer que asciendan. La mayor parte de las veces ocurre de manera espontánea por un reflejo cremastérico exagerado. El reflejo cremastérico es el reflejo que se produce al estimular la piel de la parte superior e interna del muslo que da lugar a la contracción del músculo cremáster de ese lado, lo que provoca el ascenso del testículo.
El
testículo en ascensor es frecuente entre los 3 meses y los 8 años. En la
pubertad estos testículos suelen quedar en su posición dentro del escroto. No
se considera patológico y no precisa tratamiento, aunque sí precisa un
seguimiento por el pediatra por tener mayor riesgo de reascenso y causar
criptorquidia.
Hay
que diferenciar los testículos en ascensor de la criptorquidia, que es la
ausencia de uno o de los dos testículos en el escroto. La ausencia puede ser
desde el nacimiento o pueden haber ascendido posteriormente al año de edad. La
criptorquidia sí se considera patológica y precisa tratamiento cuando no se ha
resuelto espontáneamente en los primeros meses de vida. Los niños XXY pueden
tener más riesgo de tener criptorquidia.
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